Corazón escarchado - Recuerdo
La vida, el día a día, nuestras amistades, conocidos, incluso cosas tan mundanas como no entregar la tarea porque el día anterior nos la pasamos hasta tarde en los videojue-
No, no era eso a lo que me refería.
Esos detalles hacen de esta vida algo impredecible y, de cierta forma, divertida: o sea, si supiéramos cómo sucedería todo desde un principio, cómo pasar ese vídeojuego que tanto nos gusta por quincuagésima vez sabiendo los patrones de ataque del jefe final, o tomar siempre el mismo atajo para superar el auto negro nivel cien controlado por la compu que jamás patina ni choca contra los muros, todo se volvería aburrido.
En fin, lo que quiero decir es que esas ironías hacen de la vida algo medianamente disfrutable, claro, a menos que se vuelva realmente caótica, con demasiadas cosas pasando al mismo tiempo, y por ello mismo, perder las ganas de seguir en ella.
Realmente no puedo creer que haya tenido que pasar por esos mismos sinsentidos para entender esta tontería, sí, la vida puede ser muchas cosas: divertida, bella, molestosa, olvidadiza, idiota con los exámenes de matemática; pero también puede llegar a ser bastante simple.
Entonces… Todo empezó un domingo, hacía más frío de lo habitual. No mucho; pero sí lo necesario para notarlo incluso siendo invierno.
Me preguntaba cómo había quedado la plaza a unas calles de aquí, justo ese día no pude lograr verla. Era lo primero que había pensado apenas desperté. Me gustaba ese lugar, era espacioso y apenas había gente, se me era tan habitual ir ahí, incluso cuando en estas fechas se llenaba de vendedores de… bueno de lo que sea.
Desde libros, que por alguna razón alguien debe pensar que eso sería un bonito regalo de navidad, hasta los clásicos cohetillos que en ninguna fiesta consumista debe faltar.
Como sea, después de media hora intentando despegarme de mi cama sin éxito, finalmente mi hambre y el temor de llegar tarde a cierto compromiso superó a mi fuerza de voluntad.
Me puse el gorrito navideño para disimular mi falta de entusiasmo por este día y evitar otra jornada con la importunada sobre por qué la navidad es lo mejor del año y todos deberían estar felices este día, cogí mi mochila vacía y dejé la habitación.
Mientras bajaba los escalones evitando tropezar con algún adorno navideño que alguien había puesto de mala gana la noche anterior y que finalmente terminaron por caer solamente salvándose algunos, noté que la ausencia de no-tranquilidad en la casa era demasiado, más considerando la emoción que la revoltosa siente por estos días.
—¡Eeey Loe! ¿Es peligroso bajar o ya te fuist-?
Sí, ese era yo que acababa de decir una estupidez, es un talento nato.
«¿Eh?, ¿Pero qué hora?»…
Con las pocas energías restantes que me quedaban por bajar dos pisos apenas levantarme de la cama, traté de ubicar el reloj de la sala que, pese a siempre haber estado en el mismo lugar, jamás me había molestado en ver más que de reojo, y entonces..
«¡¡D-DIEZ!! ¿Eeh y no me…? Agh!»
Ya me parecía bastante extraño que madrugara por mi cuenta un día nevado.
«En serio pareciera que siempre te amaneces con el único objetivo de interrumpir mi sueño y la única vez que debías hacerlo te vas a… bueno no sé ¿Al parqué? Se supone que al final iríamos ahí pero tal vez la emoción la superó».
Así es, hasta entonces había olvidado algo que lleva sucediendo casi mi vida entera, y es que esa era la primera vez en mucho tiempo que lograba concluir pacíficamente un sueño sin alguna interferencia del exterior, pues evitar que yo alcanzase ese fin parecía ser la misión y labor de Loe, mi hermana trece minutos menor.
Me escabullí hasta la cocina en busca de las provisiones que había guardado el otro día, solo quería salir y comer algo en lo que llegaba con ella.
La puerta de la habitación de mamá estaba medio abierta, de seguro es ella a quien la pelusa con patas tomó como víctima hoy.
Ya había llenado mi mochila y bolsillos con lo necesario para este día, suponiendo que solo yo estoy preparado. Le avisé antes a mamá que volveríamos en la noche, así que solo quedaba una última cosa por hacer: encontrar a Loe.
En todo el camino no paré de llamarla al móvil. Aún desconozco por qué lo hago si sé que ella nunca responde, tal vez solo quería asegurarme de que esté allí para no tener que regresarme o solo estaba aburrido porque aún era muy temprano.
Dos calles después giré a la esquina y ahí estaba, una cuadra antes de la dichosa plaza, en una juguería bebiéndose un refresco rosa. Parecía bastante normal a simple vista, pero en cuanto le hacías plática, te soltaba cosas sin sentido que no parecían acabar, y aún siendo una tonta, daba a entender que sabía muchas más cosas de las que aparentaba.
No había avanzado más de unos pasos hasta que me notó y, para sorpresa mía, apenas y giró su mirada en esta dirección.
«¿Eh? ¿Qué le pasa ahora?».
Es raro, normalmente vendría corriendo, me daría un fuerte abrazo de oso y acercaría sus cachetes a los míos; pero no hizo nada de eso, quiero decir, no me molestó, y creo que hasta quería que lo hiciera, aunque no deja de ser raro. Tal vez solo no quería dejar su jugo y que una mosca le caiga dentro.
—¿Qué pasa, Loe? ¿Hoy es el día de dejar en paz al hermano mayor?
—¡¿Eh?! ¡Claro que no! ¡La paz nunca fué una opción! !Además tu eres el menor! Solo no quería dejar mi jugo y que una mosca le caiga dentro
«Ah, claro».
Se suponía que iríamos a comprar los boletos para una dichosa película, pero como me quedé dormido esperaba que ella hubiera ido en ese tiempo, ya que justo ese día no se había tomado la molestia de despertarme. Conociéndola tal vez pensó que ese sería un bonito y digno regalo de navidad.
—Como sea, ¿al menos ya compraste los-?
—Se acabaron
En serio esperaba un incómodo silencio; pero en su lugar la recibí a ella dando un prolongado y último sorbo a su jugo.
—Había gente acampando desde ayer
Me tomó un rato darme cuenta que no era otra de sus bromas sin gracia, pero ni siquiera cuando las hace se pone tan cortante de repente, simplemente no puede.
―Me resigné, y desde entonces estoy aquí ahogando mis… ¡eh! ¡tus penas!
Yo sólo quería ver una película, pero parece que ella en serio deseaba ver esa misma. Todo eso era lo único en lo que podía pensar entonces; ¿pero por qué? Tal vez era por el frío intenso, mis labios heridos y mi boca seca es que empecé a recordar ese momento, a ella bebiendo un frío jugo de fresa sin leche; pero en serio me habría gustado tener una mejor imagen visual entonces, algún ponche o incluso un capuchino caliente habría ayudado a sobrellevar esa situación
Ahora que lo pienso, ¿por qué estaba ella bebiendo un refrescante jugo de fresa en invierno? ¿O por qué había alguien vendiendo bebidas heladas en pleno invierno?
No solo era ella, todo lo que sucedía a su alrededor era extraño; pero eventualmente se convertiría en lo más normal del mundo al compararlo con lo que me sucedería después ese día.
Ya no podía más, la fuerte ola de frío implacable golpeaba mi cuerpo… mi ahora pequeño y débil cuerpo.
Mis manos dejaron de sentir dolor hace un buen rato, mis dedos se volvieron una tonalidad oscura con grietas, apenas podía avanzar y mis piernas empezaban hacer un sonido extraño.
No estaba seguro de cuánto tiempo más habrá pasado hasta que la nieve cubrió mis rodillas, y ya no podía dar un sólo paso más hacia adelante.
Lo único que veía en el camino era un blanco que no parecía tener fin; pero en serio, ¿eso era todo lo que había más allá, o acaso era producto de la escarcha que se había formado en mis ojos?
¿Cómo podría saberlo?
Ya no podía sentir nada en mi cuerpo. Entonces no pude más y me rendí: me dejé caer a un lado y escuché algo crujiendo, tal vez eran mis huesos… o en el mejor de los casos el sonido de las ramas de un árbol.
El ruido del viento gélido quebrando mi piel fue lo único que pude oír antes de cerrar mis ojos para dormir una última vez, y sentir el calor del fuego calcinando mis huesos.