God's Creator - (cap2) El jardín de Azú
Nyo e Hiroko fueron testigos de como los paramédicos hicieron todo lo posible por salvar la vida de su madre. Al llegar al hospital, les realizaron varios estudios a ambos y los resultados estaban dentro de lo normal.
Pero, por desgracia, Hiromi no corrió con la misma suerte. Su estado era muy delicado; Cayó sumergida en un coma; Hubo que meterla en cuidados intensivos. Los doctores dudaban de que su recuperación fuera exitosa.
Los dos tuvieron que quedarse en una habitación aparte a la de ella.
La noche pasó rápido.
Al amanecer del día siguiente, la situación se complicó. A pocas horas de haber sido ingresada, Hiromi tuvo un paro cardio respiratorio. No pudieron hacer nada más por ella, al no poder localizar algún familiar suyo, ni a nadie que se hiciera cargo de los gastos del hospital. Los doctores les preguntaron a los niños y no supieron decir nada que ayudara; por ello, decidieron no conectarla a un respirador.
Desconociendo este hecho final, se levantaron temprano para ir a orar por su ella, a la capilla de aquel centro. Una vez allí, inclinaron sus cabezas, cerraron sus ojos, agacharon las cabezas y elevaron una plegaria al cielo.
Pocos minutos después, fueron interrumpidos por una enfermera, dado que ésta debía llevarlos al despacho del director. El cual, al verlos, les dijo:
—Lo siento mucho, chicos. Hicimos todo lo posible por salvarla. Bueno, creo que debo decirles también que, de acuerdo a las investigaciones que hizo la policía… nos han informado, que por ahora no podrán regresar a su casa. Algún trabajador del servicio social vendrá por ustedes —les explicó.
—Gracias —fueron las únicas palabras que pudo decir Nyo. Su mirada se mantenía hacia el suelo, su llanto se amargaba y él trataba de frenarlo, secando sus lágrimas con sus brazos, frotando sus ojos con los mismos.
<<Que muchacho tan extraño>>. —Pensó aquel elegante señor, pues esperaba que este dijera mucho más. Después, se sentó en su escritorio, ajustó sus lentes y empezó a leer un documento— Pueden retirarse y aguardar su llegada en la sala de espera.
Entonces salieron de la oficina, hacia el lugar que les había indicado.
Eran las diez de la mañana, se escuchaba el murmullo del gentío que había alrededor de ellos. No obstante, aquel ruido fue interrumpido por el sonido que producían unos tacones negros. A lo lejos se distinguía la dama que los traía puestos. Una hermosa mujer, alta, delgada, con su largo pelo negro, recogido en una cola.
Se acercó hacia ellos y con una leve sonrisa los saludó, acto seguido, los sacó de allí.
—Disculpen la tardanza, niños… Mi nombre es Vanessa, representante de la directora del instituto El jardín de Azú. Bueno, llevo mucha prisa, tengo demasiadas cosas que hacer hoy, así que sólo suban al auto —Hasta su mirada gris, transmitía la misma frialdad que sus palabras.
—Disculpe usted la pregunta, señorita, ¿pero a dónde nos piensa llevar? —preguntó Nyo, agarrando su hermana para protegerla de cualquier cosa.
—¿Qué pregunta es esa, chico? No tienen madre, su padre está en la cárcel… ¿A dónde más pueden ir? Pues, a un orfanato —sonrió— Apresúrate, no tengo toda la mañana.
—¡¿Qué?! ¡¿Papá está en la cárcel?! Nyo, esa señora me da miedo —susurró Hiroko, agarrando fuerte a su hermano.
—Tranquila, no pasa nada —respondió él, con una suave sonrisa en su boca— Te prometo que estaremos bien, pase lo que pase —Se puso a pensar en su padre, en como él lo maltrataba emocional y físicamente.
<<—¡Nyo! Tienes que hacer lo que yo diga! ¡Soy tu padre, mocoso, bueno para nada! Esto te hará entender que eres más que un hijo para mí, ¡eres mi esclavo! —le gritaba Ichio, mientras sumergía su cabeza en la tasa del baño.
—¡Déjalo en paz! —Hiromi, furiosa, lo enfrentaba y de inmediato, él lo soltó para ir hacia a ella a golpearla>>.
—Bueno, ya… ¡vámonos! ¡De prisa! —Interrumpió Vanessa los pensamientos de Nyo y los empujó al interior de aquel vehículo.
El largo viaje hacia otra ciudad, duró unas tres horas.
De inmediato, Vanessa, llevó a Nyo e Hiroko a la oficina de la directora de aquella institución.
—Bienvenidos al orfanato El jardín de Azú. Desde ahora en adelante, ésta será su casa —les explicaba la directora— Mi nombre es Rigumi Satoru y estaré encargada de proveerles todo lo que necesiten. Comida, ropa, una cama, un techo, aprendizaje y sobre todo, mucha atención ¿Tienen algo que quieran decirme antes de iniciar con el proceso de inscripción?
—Aaaam, no lo sé —murmuró Nyo, avergonzado, sumergiendo su cabeza entre sus hombros. Su cabello tapaba su mirada—. Creo que… Muchas gracias por todo. —Temblando, agachó la cabeza aún más, demostrando respeto hacia ella.
—No agradezca jovencito, estamos cumpliendo nuestro deber. Uno de nuestros trabajadores vendrá por ustedes y los instalará en una habitación. Pueden sentarse a esperarlo. Vanessa, venga usted aquí, necesito decirle algo muy importante.
—Sí, señora; Enseguida —respondió ésta, caminando hacia ella.
Unos minutos después, llegó un joven y se dirigió hacia ellos.
—Me presento con ustedes, soy Fujoshi, profesor y psicólogo de este instituto. Es un placer conocerles. Los ayudaré a acomodarse y a adaptarse ¿Pueden acompañarme?
—Cla-aro… Hiroko, ven. No sueltes mi mano —dijo Nyo, con voz cortada. Se pusieron de pie, tomados de la mano y salieron de allí junto a aquel sujeto.
—Ésto es un lugar enorme, les va a encantar estar aquí. Hay mucho espacio para jugar y amigos iguales a ustedes, con los cuales pueden compartir —explicaba sin dejar de caminar en aquel largo pasillo.
—¿Cómo puede hablarme de jugar, si acabo de perder a mi madre? Creo que sería un problema no hacerlo —Nyo trataba de expresar sus sentimientos, siguiéndolo y sin soltar a su hermana.
—¿Uh? Lo importante aquí es que vivas tu duelo, es un proceso muy difícil de superar. Créeme que eso te ayudaría mucho. Es bueno si puedes continuar poco a poco con las cosas que te gustan. De todas formas, todos aquí hemos perdido a alguien —Esas palabras resonaron en la mente de Nyo, aunque no lo consolaban lo suficiente, él seguía sintiendo desgarradas sus emociones—Estamos aquí para ayudarte ¿Hay algo que necesites ahora?
—¿Puede conseguirme unos audífonos? —preguntó Nyo, con sus ojos llorosos.
—¿Ah? No creo encontrar algo como eso aquí, pero haré el intento —dijo Fujoshi, acariciando la cabeza del pequeño y jugando con su cabello.
Después, los llevó a una habitación y estando allí, los dejó para que se bañaran, acomodaran y descansaran un poco.
No fue nada fácil para él y su hermana encajar en la situación, ni en el lugar. Pensaban que estarían a salvó allí, pero ese mismo día, otros niños comenzaron a molestarlos.
Durante el receso, en el patio, se les acercó un muchacho.
—¡Oigan todos, es el nuevo… El emo y su hermana la rara! —le gritó aquel chico, llamado Kenny— Hola, niño rata.
—Hola… gordo —le respondió Nyo, sin mover un sólo músculo.
—¿Qué dijiste? —preguntó Kenny, frunciendo el entrecejo, apretando sus puños y acercándose a él.
—Lo que oíste ¿No tienes otra cosa que hacer más que venir a molestarme?
—Si tienes valor, ¡vuelve a repetir lo que dijiste! —expresó Kenny, crujiendo sus dientes, haciendo agitar su cabello marrón.
—Hola, ballena.
—¿Uh? —sus ojos cafés brillaron.
—”Liberen a Willy” —dijo Nyo, sonriendo.
—<<Vaya, este niño si que tiene agallas>>. No te molestes, simplemente te estaba saludando ¡Y aquí está mi saludo! —Fue hacia Nyo y le propinó varios puñetazos, lo golpeó una y otra vez, hasta tirarlo al suelo. Aún así, no se detuvo.
Le salía sangre por la boca y nariz, tanta, que el piso comenzó a mancharse.
Al lugar en el que estaban, se sumaron otros niños, curiosos por ver lo que estaba pasando.
Nyo no se defendía.
Pero, una chica se acercó y enfrentó a Kenny.
—¡Oh, no! ¡Oye, Kenny! ¡Es suficiente!¡No seas tan abusivo! ¡Déjalo en paz! ¡Él no te ha hecho nada! —Arrugó casi todas las expresiones de su cara y apretó sus manos.
—¿Qué? ¿Zora? ¿Pero qué demonios estás haciendo aquí? —preguntó Kenny, deteniendo sus golpes.
—No tengo que darte explicaciones, ¡sólo déjalo! ¿O qué? ¡¿Quieres tener problemas conmigo?! —le preguntó aquella chica rubia, apretando sus puños.
—No… Yo… No le pegó a mujeres. Te salvaste amigo —diciendo esto, les dió la espalda y se alejó.
—¡No creas que esto se va a quedar así! ¡Pienso reportarte! —exclamó Zora y corrió de inmediato hacia Nyo. Kenny siguió su camino— Pobre muchacho ¿Estás bien? —Extendió su mano hacia él, para ayudarlo a ponerse de pie.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, se sostuvo con un abrazo de ella y empezó a llorar como un bebé.