La gran noticia - Capitulo 2: En la tintoreria

Qué clase de maquiavélico juego es este, esa criatura solo debería existir en las mentes de escritores influenciados por lovecraft, o en las peores pesadillas de una persona. Estuve esperando a que se fuera, al irse, mi cuerpo aún se encontraba atemorizado. No despegaba mis ojos de donde la cosa esa había estado parada hace tan solo unos minutos. Con las piernas temblorosas y oliendo a basura volví a mi departamento

Me quite la ropa y entre directamente en la bañera, el boiler ya estaba caliente por lo que el agua era cálida. Estuve ahí por dos horas hasta que con la piel de un anciano me digné a salir. Hice una sopa instantánea para bajar mi nerviosismo. Una extraña fuerza me guio a mi ventana, con pequeños soplos enfriaba mi sopa y admiraba las calles, las farolas, los autos, los transeúntes, como si nunca lo hubiera hecho

Esta noche anhelaba ver las estrellas que se ocultaban tras la contaminación, de no haber hidrocarburos, aun se encontrarían negadas a mis ojos, por las luces de la ciudad. Mi mano tiembla, trato de encontrar refugio en el cielo, la naturaleza me llama y acabo en el baño

Lavando mis manos me miro al espejo, mi reflejo muestra un rostro pálido, decadente, faltante de vida, como si me hubieran añadido 10 años de golpe y mis nutrientes los hubiera robado el tiempo. Dejé el pantalón manchado en el canasto y me fui a dormir

Las manchas de sangre son difíciles de quitar, por más que restregué y talle, las manchas no cedían a mi pantalón. La tintorería de abajo es mi mejor opción. Tratando de pasar desapercibido metí el pantalón junto con otros, solo espero que la mancha no empeore, o que se pase a los otros pantalones

-Hola, hola

Saludo tan amablemente que respondí sin pensar, pero mi cabeza veía la ropa rodar, así que tal vez ese saludo no era para mí, no es que hubiera alguien más, solo éramos la señora Adri, el señor de la repostería y yo, y claro, quien me acababa de saludar, creo

Acerco su hombro al mío y como una serpiente estiro su cuello para que su rostro me fuera visible, aunque también lo fueron sus pechos, esa chaqueta y esa blusa no podían ocultar su tamaño

– ¿Qué haces aquí? Margaret

-Hola a ti también. Le irrito, pero no le tomo mucha importancia

-Perdona, hola

-Vine aquí porque este es el único lugar donde puedo lavar mi ropa sin que algún idiota me coquetee

Debe ser difícil, no me sorprendería si dijera que ya le coquetearon más de 5 veces. Apenas son las 10 de la mañana. Ser hija del jefe debe ser agotador, tantas palabras a sus espaldas le han de pesar

– ¿Vives aquí? Se detuvo un momento. Oye ¿Cuál es tu nombre? Es que solo escucho que te llaman Martínez

-Daniel, Daniel Martínez Hernández, es mi nombre y apellido completo

-Daniel Martínez Hernández, muy bien, yo soy Margaret Gallegos Ortiz

– ¿Y eso por qué?

– ¿Como que por qué? Te pregunte tu nombre, lo correcto era decirte el mío. Ahora se sentía un poco avergonzada por hablar tan confiada

Saque mis pantalones esperando no ver la mancha, no estaba, los lleve a la secadora donde volví a esperar. Papeles esparciéndose por el suelo hicieron a Margaret agacharse sin cuidado, fui en su ayuda, entre los papeles llenos de palabras científicas y complicadas, una imagen, a blanco y negro, borrosa, que podría hacerse pasar por el dibujo de un joven artista, pero eso era imposible, tal imagen no podía ser recreada sin tener un apiste de alucinógeno y un poco menos de la cordura necesaria. Una bestia cuadrúpeda, con dos torsos humanoides en la parte superior, con brazos largos, manos delgadas y dedos que acababan en anzuelos, todo esto cubierto de espinas que arrancarían la piel fácilmente y en donde un rostro debía estar, solo residía piel colgante

Eche para atrás al recordar la noche, inconscientemente me había olvidado de ello, me había obligado a olvidarlo, a nunca recordarlo o mencionarlo. Margaret tenía el rostro de un niño que fue descubierto haciendo una travesura, cruzamos miradas, ojos exaltados, perdidos en su interior buscando una solución, la mandíbula levemente caída y unos labios temblorosos

-No le d-digas a nadie. Dijo temerosamente, al igual que un niño cobarde y travieso

Dulces palabras que cargaban un secreto peligroso, del cual no quería saber, aunque ya lo sabía. Las semanas pasaron y afortunadamente, no volví a ver a Margaret, ni en la lavandería, ni en la oficina o en las calles de la ciudad. Lo que no sabía era que, desde ese día, su padre, amigos o cualquier conocido de ella, tampoco la habían vuelto a ver

Los lloros inconsolables de un padre son un virus que llega directo al corazón, una tristeza amarga, dolorosa e inacabable. Margaret fue encontrada en los callejones más peligrosos de la ciudad, según nuestros reportes y de las otras compañías. Al decir encontrada, es mejor decir identificada, su espalda estaba tan retorcida que ahora era más similar a un armadillo, le faltaban los ojos, los dientes, la lengua, la nariz y ambas orejas. Se supo que era ella por su vestimenta y las pertenencias encontradas en la escena

Pese a su dolor y posible odio hacia mi persona, el jefe me dio el puesto de Margaret, algo bueno para variar, aunque no debía pensar eso. Informe lo mismo que Margaret, comencé a charlar con quien charlaba Margaret, conocí a quienes conocieron a Margaret, exceptuando algunos idiotas coquetos, siendo desagradablemente honesto, mi vida estaba mejorando. La suerte de uno es la desgracia de otro, que bien se siente ser el suertudo