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Sayuhiro Makiyo: a young man between his past, love and desire. - Capítulo 0: “¿Un ente parecido a mí?”

  1. Inicio
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  3. Capítulo 0: “¿Un ente parecido a mí?”
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—¡Tú puedes… tú puedes! ¡Rompe con tu timidez para invitar a salir a la chica más hermosa de la facultad! No estés tan nervioso, ¡la vas a espantar! Recuerda, no tienes nada que perder, ¡y tienes todo por ganar!

Al menos eso me decía a mí mismo. Repleto de sudor y tratando de ocultar mi mayor temor; declararme o invitar a salir a una chica, y más aún cuando era una chica increíble, muy linda, muy responsable, con un aroma bastante agradable y con un cuerpo que cualquier hombre desearía. Ya había invitado mucho tiempo antes a otra chica, a pesar de que no saliera muy bien, decididamente enfrenté mis miedos y la invité a salir.

—O-O-Oye, Yuna —tartamudeé con voz baja —. Quería inv-

—¡No! —Me interrumpió tajantemente.

—Pero ni siquie-

—¡Ya te dije que no! —Empezó a subir su tono de voz.

Las personas cercanas se nos quedaron viendo y empezaron a murmullar.

Con tan solo un simple movimiento de labios que hice, se enfadó aún más.

—¿¡¡¡Cómo se te ocurre que saldría con alguien tan patético y tímido como tú!!!? ¿Acaso no te han quedado claras las señales que te he dado?

Fue un grito que retumbó en toda la facultad.

—¿Será que no se da cuenta que no lo quieren? —susurró una voz a mis espaldas.

—¡No me hagas perder más mi tiempo y no me fastidies más!

—A-a-ah… Disculpa —dije mientras se me caía la cara de la vergüenza.

—¿En qué pensaba ese chico? Ella no estaba a su altura —comentó la voz de una chica.

Al parecer no estaba equivocado y fui muy optimista al creer que nada más eran impresiones mías. Una de esas “claras señales” fue cuando tuvimos que hacer un trabajo en grupo, ella me rechazó públicamente y de manera humillante dio a entender que yo era una molestia.

Tuve la suerte de que mi mejor amigo me estaba vigilando por si algo pasaba, pero lo que me quedó claro en ese instante, es que definitivamente, soy un idiota…

—Soy un idiota, Ichiro. No solamente me rechazó, sino que hice el ridículo enfrente de toda la facultad —decía en medio de lágrimas—. Y aparte ya sabía lo que iba a suceder y aun así lo hice.

—Claramente fuiste un idiota. Nozomi y yo te lo advertimos cuando nos dijiste lo que te hizo en el trabajo grupal.

Ichiro era así. Bastante extrovertido; no tenía miedo de decir lo que pensaba y su carácter era fuerte cuando debía serlo, pero era alegre y tranquilo al estar en el ambiente apropiado.

—Si antes no me declaraba a nadie, ahora sí que menos, ¿por qué tengo que ser tan patético y tan niñato?

—Tranquilo, a lo mejor no estás preparado para estar en una relación.

—¿Y si me quedo solo y virgen por toda la vida? —Empecé a visualizarme como un calvo solterón.

—¡¡Deja de hacer tanto drama por una mujer, Hiroshi, hay millones en todo el mundo, pero tienes que cambiar esa actitud de perdedor!! —Me examinó de arriba abajo—. Mírate, tu cabello gris y el cómo te peinas, es mucho más decente que el de muchos hombres que tienen pareja.

—Pe-Pe-ro-

—Esa chaqueta negra que llevas puesta y tus pantalones azules son normales. —Tomó aire y continuó—: ¡Estás haciendo drama donde no lo hay!

Cualquiera se enojaría conmigo al estar diciendo esas estupideces.

—Lo lamento, soy un inmaduro.

Ichiro al decirme eso, sentí que tenía toda la razón. Después de todo solo han sido intentos fallidos míos para conseguir una relación.

En ese momento recordé esa primera vez que me le declaré a una chica, esto ocurrió un poco antes de ser admitido en la universidad; ya la conocía desde antes, compartíamos mucho tiempo juntos, charlábamos todo el tiempo por Zuatzapp e incluso ya nos teníamos apodos. Entonces, me armé de valor para declarar mi amor por ella.

Su nombre era Masumi Kimura. El día en el que le confesé mis sentimientos, estábamos sentados en la banca de un parque en el que nos solíamos reunir, hablando de lo que habíamos hecho durante la semana en nuestras respectivas escuelas.

Miraba el reloj constantemente a causa de los nervios que sentía, y dudaba si de verdad confesarme o no, pero al final, lo terminé haciendo.

—Sabes, la semana fue realmente pesa-

—¡Masumi! —La interrumpí de golpe—. ¿Entonces qué somos? —pregunté de manera estúpida y sin sentido.

—Mmm… No te entiendo —respondió exaltada y abriendo sus ojos más de lo habitual.

—Es que me gustas y quisiera que fueras mi novia.

—Lo-lo-lo siento… tengo novio.

¿Cómo no me di cuenta de ese “detalle” tan importante?, pensé en ese momento.

—¿Oh, de verdad? Vale no importa, sabes, tengo que ir a una cita con e-e-el ventrílocuo así que me voy, ¡Adiós!

Sí, dije ventrílocuo, no sabía para ese entonces lo que significaba.

Estaba tan impactado que no la dejé despedirse de mí y solo hui de la situación. Mientras lo hacía, me lamentaba por haber invertido mucho dinero y tiempo en hacerle todo tipo de obsequios, cartas, rosas, chocolates, para que al final me rechazara. Aunque en esta ocasión estaba seguro de que ella podría sentir algo más por mí, por todo lo que hicimos y compartimos, que ante los ojos de los demás podría considerarse que era una relación de algo más que amigos.

Ichiro, extrañado por mi repentino silencio, me preguntó:

—¿En qué te quedaste pensando?

—Recordé la primera vez que me declaré.

—Aaah… ¿La vez que creíste que la chica te estaba mintiendo y hasta la espiaste para ver si tenía novio?

—Hum… Sí y te agradecería que no me lo recordaras —respondí refunfuñando.

—¿Pero por qué? Si tienes que aprender de la experiencia.

—Porque aún me duele haberla visto abrazándose con otro chico, todavía no la supero.

Ichiro me miró con cara de culpable por lo imprudente que fui, y aunque ya haya pasado un año desde esa escena que me dejó marcado, sigo pensando en que algún día Masumi me prestará atención. Aun así, la terminé bloqueando de todas las redes sociales para no tener que verla más.

Justo en ese instante, para romper con el momento incómodo llegó Nozomi, mi mejor amiga, que de manera muy alegre, como siempre, nos saludó y se dio cuenta de la tensión que había entre Ichiro, yo y en toda la facultad.

—Hola, amigos, ¿qué pasó? ¿Por qué esas caras largas?

—Verás… —dije mientras bajaba la cabeza.

—Este idiota hizo exactamente lo que te dije que haría —dijo Ichiro frunciendo un poco el ceño—. Invitó a salir a Yuna.

—Ya estoy grande para responder a las preguntas que me hacen.

Nozomi me regañó espontáneamente con su voz enfurecida.

—¿¡Quééé!? ¡Te advertimos que no lo hicieras Hiroshi! ¿¡Acaso no confiabas en nuestra recomendación!?

—Lo sé… simplemente lo hice.

—No tienes remedio, eso te pasa por terco. —Suspiró mientras cruzaba los brazos—. Además, ¿no pudiste hacerlo otro momento? Cuando estuvieran a solas, tal vez.

—Eso es verdad, justo lo tenías que hacer cuando la facultad estaba casi llena. —Ichiro movió su brazo para señalar a la multitud de estudiantes—. Ahora todos se enteraron de tu rechazo, ¡Idiota!

Más allá de que tuvieran razón, mis emociones se alteraron nuevamente y de manera infantil me despedí de ellos.

—Está bien chicos, si no me van a apoyar y solo me van a recriminar, me iré a mi casa. ¡Adiós!

—Espera, Hiroshi, ¿a dónde vas?, vuelve con nosotros.

—¡Déjalo Nozomi!, él verá lo que se busca.

Me alejé poco a poco mientras escuchaba los murmullos de cada grupo de personas por donde pasaba, estaba deseando que esta situación no hubiera sucedido nunca. Esto me transportaba a un tiempo que pasé en la escuela muy similar y que me persigue aun estando en la universidad; todo el mundo me miraba raro, como si fuera un bicho que no encajaba en el ambiente y en la vida.

Sin duda fue una porquería de día.

—Míralo, pobrecito, lo acaban de rechazar, ojalá no vaya a hacer una locura.

Mi furia explotó.

—¡Concéntrense en sus malditos asuntos y no se metan en mi vida!

—No es nuestra culpa que te hayan rechazado como a un perro.

Nada podía salir peor en este día… o por lo menos eso pensaba.

—¿Con qué cara miraré a los demás mañana? Soy la vergüenza de la facultad y con razón.

Mientras caminaba hacia la salida de la universidad, mis pensamientos se vieron interrumpidos por un color particular de una maleta que llevaba una chica, una que era pequeña y de color verde menta.

Ya la había visto en algún lado. Me quedé estupefacto por quien la llevaba.

Era Masumi que venía caminando hacia mí, sus delineados ojos cafés, su largo y arreglado cabello castaño que recorría toda su espalda, su pequeña pero fina boca, su delgada cintura y su elegancia al vestirse. Todo era tal cual como la recordaba.

La primera reacción que tuve fue quedarme quieto, no sé cuánto tiempo pasó, solo sé que una lágrima se escurrió por mi mejilla cuando ella pasó al lado mío, sin hablarme, sin dirigirme la mirada, ignorándome como si fuera un total desconocido.

Mi cabeza se empezó a llenar de preguntas: ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué aún me sigue gustando de esta manera? ¿Por qué tomé la decisión de alejarme de ella? ¿Acaso no debí apartarla de mi vida, a pesar de que me haya rechazado?

Salí corriendo lo más rápido que pude hacia la estación de metro, con los ojos aguados y apretando mis dientes con toda la fuerza para evitar estallar en llanto. Corría y corría, sin ni siquiera saber cómo podía esquivar a la gente que se atravesaba por mi camino.

Apenas llegué a la estación me fijé que todavía faltaban unos minutos para que el metro pasara. Con la respiración acelerada y la cara totalmente roja por la agitación y las ganas de llorar, sentía que alguien se me había quedado mirando; era un estudiante de preparatoria.

—¿¡Qué me miras mocoso!? —grité con rabia.

No fue hasta que me percaté de la apariencia de ese adolescente; tenía la piel muy pálida, el iris de sus ojos eran completamente negros y reflejaban una tristeza profunda, tenía ojeras enormes, su cabello estaba desordenado y su espalda estaba jorobada.

De no ser porque me habló en ese momento me atrevería a decir que era un muerto que caminaba.

—Lo siento por molestarte, creí que no te habías dado cuenta de mi presencia.

—Yo debería disculparme, he tenido un día asqueroso y no debí gritarte. —Me disculpé mientras me apoyaba sobre mis rodillas.

—Ya me di cuenta, comprendo muy bien como es ese dolor cuando te rechazan.

Volví a levantar la voz, pero está vez de sorpresa.

—¿Qué? ¿¡De qué hablas!? ¿¡Cómo sabes eso!?

—¿Si te dijera que conozco todos tus problemas me creerías?

—¿Eres un adivino o un demonio?

—No, soy una creación de tu subconsciente.

Cuando acabó de hablar, mi boca se abrió repentinamente.

—No estés jugando conmigo mocoso, dime, ¿cómo sabes que me rechazaron?

—Hoy no solo te rechazaron. —La forma en la que hablaba era bastante fría y contundente.

—¿¡Eh!?

—Hoy también volviste a ver a la chica de la que te enamoraste por primera vez.

—Escúchame enano si sigues diciendo estupideces terminaré golpeándote.

No estaba pensando en las consecuencias que podría tener pegarle a un menor de edad.

—¿No te has dado cuenta que nadie ha estado escuchando de lo que hemos hablado?

Tenía razón, con todo el escándalo que yo había montado seguramente un policía ya hubiera venido para ver qué pasaba.

Ahora lo comprendía mejor todo, pero mi cabeza se siguió inundando de preguntas y todavía no podía creer lo que estaba pasando, tanto así que abordé el tren sin darme cuenta.

—¿Acaso me he vuelto loco y estoy imaginando cosas? ¿O me habré drogado por primera vez? Dios, ¿qué está pasándome?

 

◇◆◇

Fue una noche larga, casi no pude pegar el ojo y justamente tenía que ir temprano a la universidad.

Todo fue normal, incluso cuando entré a la facultad, tuve la fortuna de que había muy poca gente y podía ignorar más fácil los comentarios de la escena vergonzosa del día anterior, estaba muy cansado y a la vez pensativo por lo sucedido.

—¿Habrá sido tan solo mi imaginación que me hizo una mala jugada por el despecho? —Susurré.

Estaba tan despistado y metido en mis pensamientos que me estrellé fuertemente con alguien.

—¡Aaaah! —Se escuchó una voz femenina.

Salieron a volar unos libros por la fuerza del impacto.

—Ee-ee-e-e…

Me había estrellado con una chica que nunca había visto antes en la facultad. Su cabello negro era sostenido por una mariposa roja en su lado izquierdo. Su piel era un poco pálida, pero hacía que sus ojos amarillos resaltaran más entre sus grandes lentes. Llevaba una camisa blanca de manga corta con un gran moño en el cuello y una falda verde que le llegaba hasta un poco antes de las rodillas.

Es lamentable que el primer contacto que tuve con ella, fuera hacerla caer al piso.

—Discúlpame, estaba distraído y no me fijé por donde iba.

—Tranquilo, yo debería disculparme por llevar tantos libros que me tapaban la visión —dijo agitadamente y recogiendo sus lentes.

—¿Ne-Ne necesitas ayuda? —pregunté tartamudeando.

—No, tranquilo, yo puedo sola.

—¡¡No-No!! Yo te hice caer y también hice que botaras tus libros.

No sé por qué reaccioné de esa manera en ese momento, no di espera a su respuesta y sin pensarlo empecé a recoger los libros.

—¡¡Oye, muchas gracias!! Pero no tienes por qué hacerlo. —Me decía mientras se sonrojaba.

—No hay problema, ¿a dónde tenemos que llevarlos?

—A la biblioteca central.

Nos empezamos a dirigir hacia la biblioteca central. No hubo tan solo un cruce de palabras hasta que unos minutos después me decidí a preguntarle:

—No te había visto en la facultad antes, ¿acaso eres nueva?

—Mmm… no, ya llevo un año estudiando historia —respondió con voz baja.

—Llevamos lo mismo, pero no recuerdo haberte visto en ninguna clase.

—Bueno, es que suelo estudiar sola y si no es necesario no voy a las clases.

No pensé en ese momento que éramos muchos estudiantes en un mismo salón, ¿cómo demonios yo iba a reconocer el rostro de alguien con el que no he interactuado nunca?

—Entonces por lo que veo, eres muy buena para la carrera.

—Pues la verdad me apasiona mucho la historia —dijo sonrojándose nuevamente.

Seguimos hablando un poco hasta que llegamos a la biblioteca central. Cuando estábamos entregando los libros, ella sacó todavía más de su maleta para devolverlos y se veían más pesados que los que llevábamos cargados en las manos.

—¿No fue mucho peso para tu espalda?

—No, ya estoy acostumbrada. —Lanzándome una pequeña sonrisa.

Hasta la secretaria quedó sorprendida con la cantidad de libros que devolvimos; su cara lo decía todo.

Al salir de la biblioteca central nos despedimos.

—Bueno creo que hasta aquí llegamos, gracias por tu ayuda.

—No te preocupes, fue un placer.

—Nos vemos. —Se despidió haciendo un movimiento con la mano.

Mientras me daba la espalda le hablé con voz alta.

—¡O-O-Oye! ¡No me has dicho tu nombre!

—Oh… mi nombre es Sayuri Fujiwara ¿y el tuyo?

—E-E-El mío es Hiroshi Sasaki.

—Vale, muchas gracias por tu ayuda Hiroshi, nos vemos luego.

De lo nervioso que estaba tan solo pude responder con un movimiento con la mano.

Nunca había hablado con una chica por mi cuenta en la universidad, siempre era mediante mis amigos que me las presentaban y así iniciaba una conversación, pero esta fue la primera vez que lo hice, por eso mismo estaba tan nervioso, como si algo me presionara a no cometer un error al hablarle.

—Así me gusta —habló una voz detrás de mí.

—¡Aaaaah!

Era ese ente otra vez.

—Siempre has sido caballeroso y respetuoso con las chicas, es algo que nunca has cambiado.

—N-No aparezcas de repente —dije con una voz nerviosa y graciosa.

—Ya te dije que lo haré siempre que tu subconsciente necesite que contacte contigo. —Me percaté de lo mucho que ese ente se parecía a mí cuando estaba en la escuela.

—Ahora que me fijé tienes un cierto parecido a mí.

—Me alegra que lo notes, espero no te moleste y me veas como un estorbo.

Con un tono serio decidí hacerle una pregunta.

—Pero aun así no sé cuál es el objetivo de esto, ¿por qué te me apareces de repente?

—Eso lo descubrirás tú.

El ente me dio la espalda y se desvaneció mientras se alejaba.

Era increíble todo lo que estaba pasando con el mismo, ¿por qué se me apareció justo cuando estaba sufriendo por Masumi? Y ¿por qué se apareció de repente cuando me despedí de Sayuri?

Pero algo si lo tenía bien claro, aunque no hablara mucho con ellas, yo siempre había tratado bien a las mujeres, nunca las había insultado, ni acosado, ni mucho menos manosearlas o hacerles peticiones indecentes, al fin y al cabo, fueron los valores que me inculcaron mis padres y con los que crecí.

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