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Sayuhiro Makiyo: a young man between his past, love and desire. - Capítulo 2: "Algún día tendré que dejar de ser tonto"

  1. Inicio
  2. Sayuhiro Makiyo: a young man between his past, love and desire.
  3. Capítulo 2: "Algún día tendré que dejar de ser tonto"
Ant
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Sentía como un escalofrío escalaba por mi espalda hasta llegarme al cuello. Giré mi cabeza para ver si lo que decía el papel era un mensaje en serio para mí, o simplemente una broma de algún estudiante.

 

No había nada ni nadie fuera de lo normal.

 

Miré hacia la derecha, luego a la izquierda, y hasta miré hacia arriba de lo confundido que estaba. Volví a centrar mi mirada en el papel y ya no tenía escrito el mismo texto de antes, ahora este decía “Mira bien”.

 

Pensé que tal vez podría ser mi imaginación.

 

De todas formas, para acabar con cualquier duda volví a voltearme y me fijé más detalladamente en mi entorno. Examiné personas, tiendas, objetos poco usuales y no encontraba nada extraño o que no estuviera en su sitio.

 

—Fue bueno el intento de broma —dije mientras mi cara se tornaba con un claro gesto de fastidio—. La próxima vez tomen de bufón a otro.

 

Cuando estaba a punto de girarme para comer mi emparedado, vi que alguien estaba haciendo una seña con la mano, como si me estuviera saludando, pero solo podía ver como se movía de un lado a otro. No podía identificar quién era la persona que realizaba este movimiento por la gran multitud de personas que salieron de la nada.

 

—¡Eeeey! —gritó esa persona—. ¿Me estás observando?

 

Esa voz hizo que me levantara de la silla.

 

—A-Algo así.

 

Estaba tan confundido que no pude ocultar la expresión de mi cara.

 

—Oye, ¿por qué haces esa cara? ¿Acaso viste a tu novia engañándote? —dijo un chico mientras pasaba delante de mí.

 

—N-No, vi a t-t-tu…

 

—A ver, dilo, tú puedes —agregó de manera burlona mientras yo guardaba silencio—. ¿Sabes qué? Mejor no digas nada y sigue con tus delirios.

 

Definitivamente no sirvo para devolver insultos o bromas.

 

—¡Mírame que te conviene! —gritó de nuevo la voz a lo lejos—. Quiero que te muevas unos cuantos metros a tu derecha.

 

¿Por qué le haría caso a un desconocido?

 

—Para qué quieres que lo ha-

 

La mano desapareció de repente.

 

Dios, ¿me he estado drogando estos días sin darme cuenta? Porque esto ya no es normal.

 

No tenía sentido alguno seguir las indicaciones de alguien que no conocía, pero de los nervios que me produjo tal aparición, puse uno de mis emparedados en la mochila y decidí abandonar el lugar para evitar alguna vergüenza más.

 

Las salidas estaban tapadas por un montón de gente que estaban haciendo la fila para comprar sus almuerzos, y aparte había grupos de personas que pese a no estar comprando nada, estorbaban el paso. Me desplacé a la primera salida a mi izquierda.

 

—Disculpen —decía para intentar salir.

 

No me escuchaban.

 

—Qué pena, ¿me podrían dar permiso? —Subí un poco el tono de la voz, pero seguían sin escucharme—. ¡Oigan!

 

Una de las estudiantes se me acercó, me miró de arriba a abajo y con una cara que mostraba asquerosidad total, dijo:

 

—No nos tienes que gritar, más bien vete por ahí y no nos fastidies. —Se volteó sin ni siquiera dejarme responder.

 

Me dirigí hacia la salida que me quedaba al frente y me sucedió exactamente lo mismo.

 

Con la paciencia hasta la coronilla, salí apresuradamente por la última salida que quedaba, era justo la que esa voz misteriosa me había indicado.

 

—Mamá, he dejado mi almuerzo.

 

—¿Mmm?

 

Escuché una voz femenina a mis espaldas que me resultaba familiar.

 

—No tengo el suficiente dinero para comprar nada.

 

Yo la conozco, de eso estoy seguro, pensaba.

 

—Tendré que aguantar un poco de hambre hasta que llegue a la casa.

 

Ya sé quién es, ¿es… la chica de los libros?

 

—Hasta luego mamá, nos vemos más tarde.

 

A pesar de mis buenas habilidades para recordar momentos que me habían roto el corazón y de las tantas veces que perdí mi dignidad, no podía recordar el nombre de una chica con la que había tenido contacto directo unas veinticuatro horas antes.

 

Iba a ignorarla, pero no podía dejar que se fuera así como así. Sería muy injusto de mi parte haberla escuchado y no actuar. Entonces me volteé, y lo primero que vi fue su cabello negro, este le tapaba parte del rostro. Su vestimenta no tenía nada que ver con la del día anterior, esta vez usaba unos vaqueros azules con una blusa blanca y una chaqueta de algodón negra.

 

Me le acerqué y le comencé a hablar:

 

—H-Hola, ¿tú eres la chica que se cayó con los libros?

 

—¿Eh?

 

Que pregunta tan estúpida y fuera de lugar, pude haber preguntado otras miles de cosas, pero justo le pregunté eso. Aun así, era mejor que estar inventándome nombres para ver si le atinaba al de ella.

 

—D-Discúlpame, creo que te estoy molestando así que me iré.

 

Tenía pensado huir como cobarde otra vez, hasta que me interrumpió su respuesta.

 

—¡No!, espera —dijo mientras me tomaba del brazo—. ¿Tú eres Hiroshi verdad?

 

No pude evitar ponerme más nervioso y sonrojarme, incluso diría que a ella también le sucedió lo mismo.

 

—E-E-Eh, sí y tú eres-

 

—Sayuri, sé que no te acuerdas de mi nombre, nadie lo hace.

 

Si ya sentía que la había cagado, ahora peor. Agaché la cabeza y me disculpé.

 

—L-Lo sien-

 

—No te disculpes más, es normal que no lo recuerdes, ¿necesitas algo de mí?

 

No se parecía para nada a la chica que había ayudado el día anterior, la sentía aún más fría y su aspecto no dejaba pie a pensar que le gustaba estudiar.

 

—Bueno, es que escuché tu conversación con tu mamá y quería ayudarte.

 

—No es necesario, ya comeré algo en mi casa.

 

Rápidamente abrí mi maleta y saqué el otro emparedado que tenía.

 

—Mira, justo compré dos emparedados, no son de los más caros, pero siguen siendo muy deliciosos.

 

La verdad no tenía idea de cómo era el sabor de los emparedados, por lo que me jugaba la suerte de sorprenderla o decepcionarla.

 

—Tranqui-

 

—¡No!, si no comes te puede pasar algo y, además quiero compartirlo contigo.

 

Su reacción fue más reconocible, se sonrojó cuando terminé de hablar.

 

—P-P-Pues muchas gracias Hiroshi.

 

—No hay de que, si quieres nos podemos sentar para comérnoslos.

 

—Me parece bien —respondió con una tímida sonrisa.

 

Hubo mucho silencio mientras nos comíamos los emparedados, al parecer éramos casi igual de tímidos, y como toda persona tímida, me puse a observar el paisaje que tenía la universidad; la combinación entre los edificios y la naturaleza hacían que fuera un lugar muy agradable, con un aire muy limpio, alejado del ruido y el caos de la ciudad.

 

Mi divagación se vio interrumpida por ella.

 

—Sé que tienes muchas preguntas ahora mismo. Mi actitud y mi vestimenta seguro te parecen extrañas.

 

—No te voy a negar eso. Si no fuera porque te escuché la voz no te hubiera reconocido.

 

La tensión se multiplicó con tan solo esas palabras. Luego, ella continuó hablando, pero esta vez el tono de su voz era más tranquilo y suave.

 

—Eres la única persona dentro de la universidad que me ha visto vestida de esta forma. —Se limpió las manos con la servilleta que envolvía el emparedado—. Quisiera que no le contaras a nadie.

 

—Confía en mí, seré una tumba.

 

Ella asintió con la cabeza en señal de aprobación.

 

—Pero, ¿por qué te vistes tan distinta cuando vas a la facultad de historia?

 

—Mmm, no sé si deba decírtelo…

 

Su cara reflejaba una incomodidad colosal.

 

Esto más que solucionar los interrogantes que tenía, produjo más. ¿Por qué se viste de manera tan distinta? Digo, no es que sea algo malo, pero por lo general las personas no suelen cambiar su vestimenta cuando no es algo estrictamente necesario, a no ser que…

 

—Vamos, no me burlaré ni te juzgaré.

 

—Okey, lo hago porque quiero encajar en alguno de ambos ambientes. —Apartó la mirada y se sonrojó al responderme.

 

Lo que suponía. Cualquier persona que la haya visto vestida con su falda verde por primera vez, lo último que pensaría es que quiere encajar en el ambiente de la facultad. Es decir, se veía mucho más tímida pero más inteligente y dedicada al estudio con la mariposa roja que sostenía su cabello, todo lo contrario a como se veía ahora.

 

—No-No sé qué decir…

 

—Es que no tienes que decir nada —respondió rápidamente con un puchero, algo tierno.

 

¿Volví a meter la pata? En ese momento sentí el impulso de volver a huir, así que se me ocurrió la gran idea de mentir. ¿Qué excusa me sacaría de la manga esta vez? Pues decir que tenía clase a las tres de la tarde y que ya iba sobre el tiempo.

 

—V-Vale, tengo clase justo ahora mismo, así que me despido. Nos vemos luego. —Miré el reloj para hacer más creíble mi actuación.

 

—No tienes por qué mentirme —expresó seriamente—. Sé que soy aburrida, y por eso no tengo amigos.

 

Mi carrera de huida quedó paralizada. Esto era injusto, la hice sentir mal por errores que cometí y que quise solucionar de manera infantil. Hice que se incomodara, que se sintiera como una mosca en la comida o como un cero a la izquierda.

 

No tenía otra forma de remediar mi error que empatizar con ella, hacerle ver que todos de alguna manera tenemos problemas o miedos.

 

—Sabes, cuando veo que estoy mínimamente acorralado mi reacción es tratar de huir para evitar el problema. —Miraba el suelo ya que no podía ni siquiera mirarla a los ojos—. Por eso creo que solo tengo dos amigos que no se incomodan con mi inmadurez.

 

Por el rabillo del ojo pude ver un aura negra que se mecía en el aire, muy similar a la que provenía de ese ente que apareció el día anterior. Seguro estaba vigilando mi comportamiento.

 

La cara de Sayuri cambió de expresión por completo, pasó de estar completamente seria a tener una expresión de sorpresa, abriendo ligeramente su boca y alzando sus cejas.

 

Nunca me había atrevido a soltar tales palabras, después de todo, solo escapaba.

 

—Eso es… —Un dulce y agudo sonido se apoderó de su voz.

 

—¿E-Es que?

 

No había nada de malo en lo que dije, ¿o tal vez creyó que la estaba provocando? ¡Pero eso no tiene sentido!

 

Sayuri se levantó y me dirigió la mirada.

 

—De una u otra forma ya me tengo que ir, muchas gracias por el emparedado… ¡N-Nos vemos! —Se despidió con una pequeña sonrisa y nuevamente se sonrojó.

 

Como respuesta, solo hice un pequeño movimiento con la mano mientras ella se alejaba. Tenía la presión arterial superelevada. No era fácil lidiar con un ente al que no podía ver y solucionar una de mis cagadas al mismo tiempo.

 

Me dirigí entonces hacia la facultad. Durante el camino, no paraba de hacerme preguntas sobre lo sucedido:

 

—¡Eres un imbécil Hiroshi! —Me detuve y me agarré la cabeza con ambas manos—. ¿Por qué eres así?, ahora, ¿qué pensará Sayuri sobre ti?

 

Habría seguido lamentándome, si alguien de mí misma estatura, con el cabello azul y una barba particular, no me hubiera gritado.

 

—¡Hiroshi!

 

Era la voz de Ichiro.

 

—Ichi… ¿Ichiro? —pregunté extrañado por cómo se veía.

 

Venía corriendo a una velocidad de atleta.

 

—¡Amigoooo! —Me embistió para darme un abrazo—. Perdóname por no haberte apoyado.

 

—No te-

 

—Fui una basura de amigo, no te merezco.

 

—Pero, ¿por qué dices eso? Si yo fui el que les dejo de hablar.

 

Cuando terminé de decir de eso, se apartó, me miró con una cara seria y me pegó un puñetazo en el estómago.

 

—Mi-Mi-Mierda, ¿qué haces? Se me va a devolver el almuerzo.

 

—Eso te pasa por ignorarnos, estábamos muy preocupados y don orgulloso no nos quiso responder. —Su tono de voz había cambiado radicalmente a uno enfadado.

 

Los cambios de emoción de Ichiro era algo cotidiano con lo que lidiáramos Nozomi y yo. Ichiro podía ser la persona más amable y pacífica del mundo, aunque también podía convertirse en la persona más agresiva e incontrolable de toda la historia de la humanidad. Todo en cuestión de segundos.

 

—Sé que me merezco el golpe, pero podrías haber evitado pegarme, ¿no?

 

—Tú me sacas de quicio muy fácil y esta fue la primera reacción que tuve.

 

Tuve que respirar profundamente por unos cuantos segundos para que el almuerzo no se transformara en vómito y continuar hablando.

 

—Lo que sea, ¿por qué demonios te teñiste el cabello de azul?

 

—¿De verdad lo notaste?

 

—A ver, venías de tener un cabello negro como el carbón, y de repente apareces con un cabello azul tristeza. ¡Obvio lo iba a notar! —No pude evitar hacer un movimiento con todo mi cuerpo para denotar el sarcasmo.

 

—¿Azul tristeza?, ¿y ese qué tipo de azul es?

 

—¡Pues el que llevas en el cabello!

 

Fue seguramente una de las conversaciones más aleatorias que he tenido con Ichiro, subíamos y bajábamos los tonos de nuestras voces y haciendo expresiones algo exageradas. Por supuesto, la gente no podía evitar darse cuenta de lo poco común de la escena que estábamos protagonizando.

 

—Dejemos más bien el tema de mi cabello a un lado, te tengo que contar algo importante.

 

Su voz volvió a un estado neutro.

 

—Verás, no te lo dije antes, pero estoy saliendo con una chica y te la quería presentar.

 

¡Qué suerte tiene Ichiro! Ojalá yo pudiera tener un poco de esta.

 

—Suena bien ¿cuándo sería?, pregunto para cuadrar mi agenda. —Ichiro no pudo evitar soltar una carcajada cuando terminé la pregunta.

 

—¿De qué te ríes?

 

—¿Crees que soy tonto? Tú no tienes agenda, y tienes más tiempo libre que una de esas streamers superdotadas de Pwitch.

 

Además de galán, ahora ¿también se convirtió en brujo?, ¿qué te pasó en estos dos días?

 

—¿Me vas a decir cuándo me la vas a presentar?, o ¿quieres seguir burlándote de mí?

 

—Está bien. El lunes, supongo que el señor agenda, no estará muy ocupado.

 

—Vale, lo tendré presente.

 

Pensé en contarle a Ichiro sobre las apariciones de ese ente misterioso y mis teorías acerca de la razón por la cual aparecía, sin embargo, supuse que me tomaría como un loco y no me volvería a hablar; después de todo, me preocupaba ya que era el único amigo que tenía, además que toleraba todas mis estupideces. Así que para compensarlo, iba a ayudarlo con la chica de la que me habló. Dejaré a un lado mi inmadurez y le demostraré que soy un buen amigo, o eso creía…

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