¡Wafukai! - Capítulo 00: INTRODUCCIÓN
Dentro de la división del limbo, una de las dos regiones del cielo que alberga a dioses; ángeles y seres de luz, se estaba llevando a cabo una audiencia entre el consejo supremo.
Aquella reunión tenía el motivo de decidir sobre el destino de las personas con futuros exitosos, ya que ponían en juego la existencia de las deidades.
No obstante, fue interrumpida por el ingreso de un grupo de ángeles, quienes iban acompañados de una nueva diosa llamaba Lilith.
Su apariencia era como la de una niña pequeña. Tenía un hermoso cabello rosa decorado con un moño carmesí y poseía unos hermosos ojos violetas, que complementaban su vestido magenta de bordes rojizos.
La razón por la que los ángeles interrumpieron la audiencia era debido a su obligación de dirigir a los nuevos dioses ante el consejo supremo.
Esto para saber el motivo de su creación, ya que las deidades eran creadas a través de las oraciones de los seres humanos.
De esta forma, no dudaron en interrumpir la reunión e Izanagi, quien era la mayor autoridad del consejo, dejó que Lilith se explicara.
◇◆◇
[Primera Persona: Lilith | Consejo Supremo | Año estelar Número 42].
—Estuve oyendo el canto de unos ángeles y […]. De esa manera, terminé apareciendo en este lugar.
El silencio envolvió el juzgado después de que dijera eso.
No fue hasta que Hachijou, el dios de los samuráis, quien vestía una armadura de hierro y una gran máscara roja, contestó a mi presentación con un tono sarcástico:
—Ah, sí. Tienes mucha razón, eso es muy importante. No es como si no supiéramos lo que nos cuentas.
—¿Ehh? —pregunté confundida.
—Sabes, parece que no comprendes tu lugar. A lo que me refiero es que no tienes que explicar lo obvio. Si no tienes algo más que decirnos, te recomendaría que abandones la mesa y te vayas a reunir con los dioses de tu mismo nivel.
—¿Dioses de mi mismo nivel?
Todos estaban viéndome, me sentía incómoda, quizás no era un buen momento para que aquellos ángeles me llevaran ante ellos.
Solo con mirarlos me puedo dar cuenta de que mi presencia era innecesaria.
Mejor me voy, sí, quizás esa sea la decisión correcta…
Pero, justo cuando estaba a punto de retirarme, Izanagi tomó la palabra e hizo callar a Hachijou señalándole con su bastón de guerra:
—Deja a la señorita. Seguro que recién está entendiendo lo que significa ser un dios, no hay porque molestarla.
¿Ehhh? ¿Qué está pasando?
Al parecer había cierta rivalidad entre los dos, por lo que todos los dioses se quedaron en silencio al verlos de esa forma.
En ese momento, Hachijou se sentó e Izanagi tosió un poco, preguntándome:
—Bueno, dejando eso de lado. Señorita Lilith, dígame, ¿cuál es el título que se le ha otorgado a usted? Claro, si se puede saber.
Hablaba con un tono serio, algo que se remarcaba con la máscara aterradora que tenía puesta.
—Ahmm, esto… Creo que mi título es la bondad.
Todas las deidades empezaron a observarme con decepción.
Parecía que esperaban una respuesta más elaborada de mí.
¿Eh? ¿Acaso dije algo malo?
Traté de cubrirme la cara por la vergüenza, ya que los dioses menores, quienes estaban alejados de la gran mesa de mármol, murmuraron sobre mi respuesta.
—Tranquila, diosa de la bondad. A pesar de que es un título demasiado bajo como para considerarte una divinidad, aún eres una —mencionó Fukuro, el dios de los boxeadores.
Él vestía unos shorts negros y unos vendajes rojos en ambas manos, lucía como un verdadero luchador.
Estaba confundida por lo que decía, así que traté de preguntar al respecto:
—¿Qué son los rangos?
La mayoría me vieron con enojo, ya no sabía qué hacer.
—Ahmm… ya no tengo nada más que decir, mejor me retiro.
Hice una pequeña reverencia por respeto, pero al darme la vuelta, Yumeshia, quien era la segunda más poderosa del consejo, me detuvo:
—Espere un segundo, “diosa”, si se le puede llamar así. ¿Usted qué opina de los humanos?
La atención fue dirigida nuevamente hacía mi, por lo que empecé a tartamudear un poco.
—C-Creo que los humanos nos dieron la oportunidad de existir… Estoy muy agradecida con ellos, quizás algún día puedan dejar el sufrimiento a un lad…
Un fuerte golpe en la mesa me dejó desconcertada.
El causante era Saruhiko, el dios de la guerra, quien era conocido por tener un odio excesivo a los humanos, ya que lo habían creado a través de diversas guerras ocurridas a lo largo del tiempo.
—¡Retráctate! ¡No voy a tolerar más estupideces! Que los humanos son buenos y que debemos estar agradecidos. ¡Solo es la inconsciencia hablando por ti! Si ellos pudieran solucionar las enfermedades con sus propias manos, dejarían de necesitarnos y empezarían más guerras. ¡A la larga dejaríamos de existir! ¡¿Es que acaso no lo entiendes?! ¡Los humanos son demasiado egoístas!
Tras sus palabras, Sayoko, la diosa del fuego que vestía un yukata rojizo, acompañó su perspectiva:
—Estoy de acuerdo. Nuestra existencia depende de la devoción. Una vez tengan lo que desean dejarán de creer en nosotros. Si eso ocurre… ¡Desapareceremos y quedaremos en el olvido! ¿Acaso es eso lo que estás deseando que suceda?
Todos estaban en contra de mí y el miedo generó un nudo en mi garganta.
No podía dejar de temblar. Quizás iban a expulsarme de la reunión o tal vez podrían desterrarme del cielo.
Aun así, aguanté el miedo y traté de responder:
—N-No creo que los humanos sean malos… Estoy segura de que nos crearon por un motivo, debe haber algo que solo nosotros podamos hacer.
La mayoría de los dioses de menor rango se empezaron a reír.
En ese momento, Layla, quien era la diosa de la abundancia y el poder, exclamó:
—¡Tú deberías estar más asustada que nosotros! Sabes… no necesitan mucho de una diosa de la bondad, para eso tienen a Tsume y Tsukasa, ambas hacen las mismas cosas, pero son mejores que todos ustedes, dioses inferiores.
El odio de Layla hacia los dioses menores era evidente, pero traté de ignorarla y solamente seguí manteniéndome firme con lo que creía:
—Entiendo lo que ustedes dicen. Pero, aunque desaparezca, sigo pensando que los humanos son buenos. Cuando mi existencia sea inestable, cuando todo termine, estaré feliz… porque, aunque sea una sola vez, pude ayudarlos. Eso significa que cumplí con mi propósito de vida, ¿no es acaso esa la razón por la que existimos?
Tras decir eso, solo me ignoraron y pasaron a explicarme el verdadero motivo de la reunión.
Cada cien millones de nacidos, el destino concede el nacimiento de un niño poseedor de un futuro exitoso, quien será capaz de cambiar el rumbo del mundo a través del desarrollo científico.
Las deidades temían por el equilibrio de la ciencia y la religión, así que arruinaban las vidas de aquellos elegidos.
Maldecirlos con mala suerte, matar a sus padres, dejarlos en pobreza extrema eran las mejores opciones, pero a veces no era suficiente.
Por esa razón, asesinaban a aquellos que sobrevivían después de la edad de dieciocho años, haciéndolos sufrir graves accidentes.
El motivo de esta masacre, se debía a que la existencia de los dioses era afectada por la devoción.
Si los humanos dejaban de creer, las presencias de los dioses se olvidaban y desaparecían.
Por esto mismo, no había excepciones.
Los dioses no dejaban que los humanos perdieran su devoción y asesinaban a quienes pudieran acelerar el desarrollo científico.
De esa forma, aseguraban su existencia recibiendo poder divino mediante las oraciones de la humanidad.
◇◆◇
Después de explicarme eso, aparecieron varias pantallas en forma de portales alrededor de la gran mesa de mármol, las cuales mostraban un alrededor de cien mil jóvenes, quienes ya habían muerto a causa de la maldición de los dioses.
—¡¿Qué es todo esto?!…
Mi corazón se encogió, no pude contener las lágrimas y empezar a preguntarme:
¿Qué clase de dios hace algo tan atroz?
Todos empezaron a verme, como si estuvieran esperando a que dijera algo y tenían razón, no podía quedarme callada.
Puse mi mano en el pecho y aun con mi cuerpo temblando, exclamé:
—¡¿Por qué lo hicieron?! ¡¿Qué razón había?! ¡Eso no es lo que los dioses deberíamos hacer!
Sin embargo, algunos de los dioses de menor rango empezaron a abuchearme:
—¡¿Qué podría saber una diosa novata como tú?!
—¡Sáquenla de la reunión, son los humanos o nosotros y mejor que sean ellos!
—¡No podemos dejar que alguien como ella permanezca aquí!
Sentí un nudo en la garganta y estaba a punto de retirarme de la audiencia.
Las pantallas en formas de portales habían desaparecido después de transmitir aquellas muertes.
No obstante, justo cuando estaba volteándome para salir de la audiencia, una pantalla más grande apareció.
En ella había un joven de dieciocho años de edad, quien estaba acompañado de tres pequeños.
De inmediato, aun con lágrimas, me acerqué al portal y pregunté quién era aquel joven.
—Nadie importante, solo el próximo objetivo en morir —respondió Saruhiko, quien parecía enojado conmigo.
El nombre de aquel joven se llamaba Shuuya e iba a tener un futuro exitoso como médico.
Él sería capaz de descubrir una cura para ciertas enfermedades mortíferas, por lo que la fecha de su muerte ya estaba establecida.
Solo faltaría que uno de los dioses bajara y atrajera la muerte para así destruir su existencia.
Tras entender eso, no dudé en tratar de salvar su vida.
Si los demás ya estaban muertos, quizás podría salvar a esa pobre alma que estaba a punto de extinguirse.
Entonces, alcé la voz y pregunté:
—¿Por qué lo matarán? ¿Acaso hizo algo malo? ¿Dañó a alguien para merecer la muer…?
—No es por ponerme de malas, pero estoy seguro de que habrá hecho alguna cosa mala en toda su vida. Los humanos son así, no deberías preocuparte por ellos —interrumpió Fukuro con una sonrisa en su rostro.
—Tienes toda la razón, Fuku. Los humanos son seres mortales, aunque no los matemos morirán tarde o temprano. Podrías llamarlo aceleración de destino. Ya sabes, no son como nosotros, en algún momento llegarán a estirar la pata. Solo son una plaga —mencionó Saruhiko riéndose a carcajadas.
La mayoría de las deidades aseguraban que los humanos eran malos, que solo veían por su propio bien y que sin la dirección de los dioses, acabarían destruyéndose.
Pero sabía que los dioses estaban equivocados, así que señalé aquel portal donde Shuuya estaba:
—No creo que sea alguien malo. Solo mírenlo, está cuidando a esos niños indefensos. Es difícil pensar que alguien como él pueda causar la destrucción de la humanid…
Sin embargo, Layla no dudó en interrumpir mis comentarios:
—¡¿Cómo lo sabes?! Apenas sabes quien eres, ¿cómo podrías conocer a ese humano?
Estaba siendo acorralada por las preguntas, pero aun con mi voz temblorosa, respondí con lo que creía:
—No lo conozco. Es que… no considero que todos los humanos sean como ustedes dicen.
Los dioses de menor rango empezaron a reírse por esa respuesta.
—Ya sé. ¿Por qué no le demostramos a la nueva que está equivocada y que tenemos razón? Vamos, ¡hagamos una apuesta! ¿Alguno quiere unirse? —preguntó Saruhiko levantándose de su asiento.
El ambiente cambió de forma drástica y tanto los dioses del consejo como los dioses menores, mencionaron que era una buena manera de hacerme conocer mi lugar.
Sin embargo, el silencio apareció nuevamente cuando Izanagi se levantó de su asiento y declaró:
—Yo paso de esto. No quiero más discusiones dentro de la reunión. Solo no destruyan el consejo o tendré que actuar.
Al escuchar las palabras de Izanagi, Yumeshia decidió alejarse, esto para no interferir con su título de divinidad.
—Aunque estoy de acuerdo con ustedes, tampoco participaré, ya que mi suerte puede afectar el resultado. No obstante, como soy la mejor diosa del consejo, voy a supervisar la apuesta.
La mayoría de los dioses le observaron fijamente, como si esperaran algo más.
Por esta razón, Yumeshia dijo algo más:
—Bah… Bueno, ¿quieren que ofrezca algo por esto? ¡Está bien! ¡Yo, la gran Yumeshia, declaro que si ustedes ganan los premiaré con un deseo a cada uno, pero si llegan a perder, se lo daré a ella para que haga lo que desee!
Según lo que decían los dioses, el deseo de Yumeshia era algo anhelado dentro del cielo, un solo porcentaje de su poder podía cambiar la vida de cualquiera, por lo que todos quisieron participar en la apuesta.
Solo faltaría que algunos miembros del consejo dieran su participación para hacer más impactante el premio.
Entonces, Tsume, la diosa del amor, se levantó de su asiento y se unió a la apuesta:
—¡Yo voy a participar! Alguien debe demostrarle a esta niña que no todo es color de rosas. ¡Deberá aprender por las buenas o por las malas que es lo que un verdadero dios hace!
—También me uno —dijo levantando el puño y mencionó—: Perdóname, Lilith, pero necesito ese deseo para conquistar a una de las diosas mayores, no es que tenga algo contra ti.
—E-Está bien… —respondí desde el fondo con miedo.
Tras esa declaración, Sayoko, Tsukasa y Layla, confirmaron su participación.
Con todos los dioses del consejo en juego y una gran cantidad de dioses menores apoyando, Saruhiko trató de aclarar las limitaciones de la apuesta.
—Dada la opción que nos dejó Izanagi, no podemos asesinarla, así que la apuesta será un poco más amigable.
—¿Y cuál será esa apuesta tan amistosa? —preguntó Yumeshia interesada en saber lo que harían para obtener aquel deseo suyo.
Saruhiko se puso a pensar y trató de responder rápido:
—Veremos la vida del chico en un portal. Si el joven demuestra que ha sido bueno Lilith ganará y haremos lo que pida, pero si pierde… ¡Ella tendrá que descender y matarlo con sus propias manos!
Los dioses estuvieron de acuerdo y empezaron a observarme.
Quizás esperaban que confirmara la apuesta o dijera algo en contra, pero no podía retroceder.
No quería retractarme de mi fe en la humanidad.
Así que tuve que aceptar la apuesta.
Entonces, se abrió un portal mostrando la vida entera de aquel joven.
Según Saruhiko, los portales podían visualizar el pasado y un poco del futuro de una persona, por lo que llegamos a observar 18 años completos.
Lo que sería cerca de dos horas en el cielo.
Tras eso, se logró ver toda la vida de Shuuya, pero no encontraron aspectos de malicia que perjudicara a otros humanos.
La mayoría de sus esfuerzos eran para ayudar a sus tres hermanos menores, quienes quedaron huérfanos de padre y madre.
Esto había ocurrido a causa de la mala suerte que Yumeshia implantó en Shuuya y la maldición que los dioses lanzaron a sus padres.
A pesar de esto, él se aisló de las amistades y se mantuvo trabajando durante tres años para llevar comida a su hogar.
Solo quería un futuro donde sus hermanos pudieran sonreír, ese era un mundo perfecto para él.
Después de todo, el único motivo por el que vivía eran ellos.
◇◆◇
Con esas pruebas a favor, el resultado era obvio.
Había ganado la apuesta.
Se respetaría una petición mía y también me otorgarían el deseo de Yumeshia.
Según lo que escuchaba, podía pedir cualquier deseo.
Desde transferirme poder divino y ser más poderosa. Hasta conseguir un nivel de divinidad que me convertiría en una diosa de rango máximo.
Pero, no quería ser egoísta.
Aquel joven había sufrido mucho. Quizás a él le serviría el deseo más que a mí, así que dije:
—Permitan que el alma de aquel joven no se extinga y que el deseo que Yumeshia iba a otorgarme sea para él.
En ese momento, la sala se llenó de conmoción, ya que no podían creer lo que estaba diciendo:
—¡¿Qué?! —exclamaron todos los dioses enojados—. ¿Cómo vas a desperdiciar el deseo en un simple humano?
Pero Yumeshia los interrumpió y dijo:
—Calma, calma. Quizás escuchamos mal, no creo que alguien sea tan tonto como para pedir algo así, ¿o me estoy equivocando?
Con la apuesta a mi favor, no dudé en decir lo que pensaba:
—No se está equivocando. Pedí exactamente lo que escucharon, así que debe cumplirse por la ley que hay en los cielos, ¿no es verdad?
—¡Escúchame! ¡No permitiré que un simple humano tenga algo tan valioso! Así que pide otra cos…
—¡Silencio! —exclamó Izanagi, quien había estado escuchando desde el fondo—. ¡Yumeshia! Tú prometiste algo, ahora debes de cumplir.
La tensión en el aire se podía notar, ya que la mayoría de los dioses se quedaron en silencio.
Tras las palabras de Izanagi, tuvieron que acceder a mi petición por las leyes acordadas en el consejo.
Pero, ya que esto generaba conflictos en el mundo, se estableció que en vez de dejarlo vivir con su misma existencia dejarían que renaciera en otro mundo quitándole su antigua vida.
De esta forma, no se perjudicaba el equilibrio entre la ciencia y la religión.
Lilith no tuvo más opción que aceptar los términos.
Ya era algo bueno que dejaran vivir a algún mortal, así que estaba contenta por darle otra oportunidad a aquel joven que parecía ser tan bondadoso.
◇◆◇
Tras ese acuerdo, los dioses decidieron reunirse para ver quién cumpliría el pedido de Lilith y llegaron a la conclusión de que mandarían a Yumeshia.
Después de todo, ella tendría que estar presente para dar el deseo, así que era conveniente en varios aspectos.